Borrar
Un cazador de Pokémon junto a la Catedral de Murcia.
'Hazte con todos' en Murcia

'Hazte con todos' en Murcia

El juego para móviles 'Pokémon Go' es ya un fenómeno a escala global, y hemos querido vivir una 'poke-cacería' por las calles de la capital

Iván Rosique

Lunes, 25 de julio 2016, 09:01

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Es la nueva Macarena. Incluso antes de lanzarse en España, millones de usuarios se las apañaron para acceder antes de tiempo a Pokémon Go. Ahora que el juego de realidad aumentada de Nintendo y Niantic Labs ya está disponible de forma oficial y gratuita, la fiebre se ha desatado, llegando incluso a superar en usuarios a Twitter en cuestión de días.

Bajo la premisa de hazte con todos, una invitación al coleccionismo que acompaña a la franquicia desde su lanzamiento para la consola Game Boy hace ya 20 años, Pokémon Go propone a sus usuarios capturar ejemplares de las 151 especies distintas de Pokémon que pueden encontrarse por todo el mundo. La aplicación se basa en la tecnología de geoposicionamiento de los teléfonos móviles para determinar la ubicación del jugador y los puntos del mundo donde estas criaturas pueden hacer su aparición. Una vez hallado un Pokémon, la cámara del móvil se activa y nos lo muestra superpuesto sobre el escenario que capta la lente en tiempo real, creando la ilusión de que estas criaturas se encuentran ante nuestros ojos.

El delirio que ha desatado Pokémon Go también ha llegado a la Región y cada vez es más frecuente encontrarse con grupos de jóvenes -y no tan jóvenes- pateándose las calles en busca de un Pikachu o un Squirtle. Mientras los padres murcianos siguen debatiéndose entre fruncir el ceño ante esta moda extraña o aplaudirla por animar a los muchachos a salir de casa, nos calzamos la gorra y nos disponemos a recorrer la ciudad con el objetivo de descubrir algunos de los Pokémon que habitan las calles de Murcia y qué extraño embrujo hace que todo el mundo se enganche a este juego.

Primeros pasos de la poke-cacería

Para capturar un Pokémon hay que lanzarle una pokéball, una bola que actúa como trampa. En el mejor de los casos, si el lanzamiento es certero y la criatura no es muy rebelde, basta con una bola para capturarla a la primera, pero más vale ser previsor y llevar unidades de sobra. Encontrarse con una especie rara y no tener ninguna bola a mano es la peor pesadilla de cualquier entrenador, así que antes de iniciar la ruta hay que asegurarse de tener la mochila bien abastecida con al menos 30 o 40 pokéballs.

Por suerte Murcia está llena de pokeparadas, puntos de reabastecimiento donde podemos conseguir gratuitamente algunas pokéballs, entre otros objetos. Es habitual encontrar pokeparadas en los puntos más emblemáticos de Murcia pero recomendamos particularmente el tramo que va de la Biblioteca Regional a la Plaza Redonda, pasando por el Parque de Fofó, donde podemos encontrar concentradas más de una decena de pokeparadas que garantizan suficiente material para una sesión intensiva de caza como la que nos proponemos emprender.

Nos adentramos en el casco urbano llenos de expectativas, pero nuestros primeros pasos por la Avenida de la Libertad y la Gran Vía son descorazonadores. Los primeros Pokémon de la mañana empiezan a asomar y no son unas rarezas precisamente. Ekans, Rattata, Zubat o el omnipresente Pidgey, todos ellos especies muy comunes, salen a nuestro paso una y otra vez, y solo les falta subirse a nuestro regazo para suplicarnos que les demos un hogar. Son las 12 del mediodía y el calor abrasador de julio parece haber espantado a las especies más exóticas.

Al enésimo Rattata decidimos cambiar de estrategia y alejarnos de las calles principales para recorrer la orilla del río Segura. La mayoría de las especies de Pokémon tienen afinidad por un elemento determinado y los más raros tan solo se dejan ver en las zonas donde se encuentran más cómodos. Parece que hemos dado con la clave. En esta zona observamos algunas especies acuáticas como un pez Goldeen cerca de la escultura sardinera, un par de cangrejos Krabby, un Omanyte e incluso su versión evolucionada, el Omastar, un poderoso molusco que resultó ser la captura más valiosa de la mañana.

Cruzamos la pasarela del Malecón y nos hacemos con otro Krabby que se ha escapado del río y un Meowth. No falta algún que otro Ekans y Pidgey, que capturamos por pena, cansados de verlos por todos lados. El sensor que da pistas sobre la cercanía de algunos Pokémon sugiere que entre los árboles y arbustos de la zona debe haber algunas orugas, como Caterpie o Weedle, que pueden haber encontrado un hogar en este pulmón verde de la ciudad, pero no conseguimos dar con ellos y acabamos por desistir. Aunque el Malecón es una zona propicia para encontrar Pokémon de tipo bicho, parece que no hemos dado con la hora apropiada del día.

A continuación nos dirigimos hacia la plaza del Ayuntamiento, donde aprovechamos algunas pokeparadas a nuestro paso para recoger algunos objetos, entre ellos un huevo que debe colocarse en una incubadora que se alimenta de un cuentakilómetros. Cuando el jugador recorre la distancia determinada, normalmente entre 2 y 10 kilómetros, el huevo ecolosiona y de él emerge un Pokémon sorpresa que se añade a la colección. Puede que a algunas lumbreras se les ocurra utilizar el coche para sumar cuanto antes los kilómetros necesarios para completar la incubación. ¡Ni se os ocurra! Además de cometer un delito de conducción temeraria, esa imprudencia es completamente inútil porque la incubadora se desactiva al superar una velocidad de 20 km/h, con el fin de evitar trampas.

Observamos que sobre la estatua Homenaje al Nazareno, en la plaza del Consistorio, se erige un gimnasio actualmente en poder del equipo rojo. Los gimnasios son puntos donde los entrenadores de Pokémon pueden enfrentar a sus criaturas más poderosas y ofrecen una vertiente competitiva para los jugadores más avanzados, aunque a cambio exige bastante tiempo y dedicación. Este gimnasio, concretamente, está custodiado por un Arcanine con 1.112 puntos de poder. Nuestro púgil más fuerte, un Pidgeot con poco más de 500, apenas es un rival para él, así que ni siquiera nos planteamos retarle.

Nuestra prudencia se ve recompensada con la aparición de un Kabuto, una especie de garrapata de tipo roca con una afinidad hacia el elemento acuático que explica su presencia en los alrededores del Segura. Sin pensárnoslo dos veces le lanzamos una bola y lo añadimos a nuestra cada vez más respetable colección.

La aparición de algo parecido a confetti en la plaza del Teatro Romea atrae nuestra atención. Otro jugador ha instalado un "módulo cebo" en una pokeparada. Este objeto especial sirve para atraer a los Pokémon hacia ese punto durante un tiempo limitado. Aceleramos el paso para beneficiarnos del efecto, pero un grupo de chavales, probablemente los responsables de colocar el cebo en primer lugar, ya han limpiado la zona y tan solo nos dejan algunas migajas: más Pidgey, Rattata y Ekans. Nos sentimos como si hubiéramos llegado tarde a un cumpleaños y ya no quedara tarta.

Un pequeño paseo por las calles Platería y Trapería nos quita el mal sabor de boca con la aparición de un Vulpix, un Nidoran hembra y un Pidgeotto, la evolución de Pidgey, mucho más apreciada que su abundante hermano menor.

Al llegar a la catedral de Murcia descubrimos que alberga un gimnasio Pokémon de nivel 3. Está en posesión del equipo azul y lo custodia un Rapidash con 804 de poder que nos hace pensarnos dos veces nuestra intención de tomarlo. Nuestros pequeños son aún unos bebés al lado de ese unicornio de fuego y, aunque la muerte en Pokémon Go no es permanente, andamos cortos de pociones de resurrección.

Ni rastro de los legendarios

Aunque nuestra frente está ya tan perlada de sudor que vamos a empezar a criar Pokémon acuáticos bajo nuestra gorra, decidimos hacer un último esfuerzo y tomar el coche para pasar por la central eléctrica de Espinardo, con la esperanza de hallar algún Voltorb, un adorable Pikachu o su evolución, Raichu, criaturas de tipo eléctrico que se encuentran con mayor facilidad en los alrededores de centrales eléctricas y zonas industriales. Sin embargo, la aparición de los Pokémon es incierta incluso en sus zonas de mayor afinidad, así que nos tenemos que conformar con un rocoso Geodude.

Aprovechando que la central linda con el cementario de la localidad, bordeamos el perímetro en busca de fantasmas como Gastly o Haunter. No llegamos a entrar en el camposanto, por decoro, algo que forma parte del código de conducta de la comunidad: hay que respetar los lugares sagrados y las propiedades privadas. En cualquier caso, no encontramos ni rastro de ellos por los alrededores. Por supuesto, ¿qué clase de fantasma se dejaría ver a la luz del día, y más con la que está cayendo?

Con nuestras reservas de agua agotadas, la gorra empapada y las piernas cansadas, abandonamos la cacería satisfechos. Hemos recorrido más kilómetros de los que esperábamos y hemos aprendido que la paciencia es la mayor virtud de un cazador de Pokémon. La aparición de estas criaturas varía según la zona y el momento del día, así que la constancia, la astucia y, sobre todo, la suerte son los factores que determinan el éxito de una expedición.

Nuestra lección más valiosa, sin embargo, ha sido descubrir por qué Pokémon Go es todo un fenómeno social en todo el mundo. La clave de su éxito está en que nos invita a explorar la ciudad con distintos ojos. Aunque desde fuera puede parecer que los jugadores de Pokémon Go están absortos en su teléfono móvil, en realidad están redescubriendo su ciudad desde un prisma muy diferente. La búsqueda de un Pokémon desconocido puede llevarnos por calles a las que nunca habíamos prestado especial atención o devolver el interés a algunos rincones familiares que la rutina ha reducido a poco más que un telón de fondo para nuestro trasiego diario.

A través de nuestro poke-radar hemos podido conocer una Murcia distinta, poblada por criaturas imaginarias, tan inútiles como irresistibles, y durante nuestra pequeña poke-cacería nos hemos vuelto a sentir como niños recorriendo la ciudad por primera vez.

El tiempo dirá si Pokémon Go ha venido para quedarse o acaba olvidado en el cajón de las modas pasajeras, junto al Tamagotchi o el Furby. Nosotros, por nuestra parte, regresamos a casa con ganas de seguir llenando nuestra mochila de monstruitos e incluso iniciarnos en su crianza para evolucionarlos y maximizar su potencial de combate. Quizá pronto tengamos la ocasión de dar una lección de humildad a esos pretenciosos entrenadores que ocupan los gimnasios de la Catedral y el Ayuntamiento de Murcia.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios